
Unos días atrás cuando llegué a la casa, le comenté a mi hija de 9 años que tenía que contarle algo pero que lo haría el fin de semana cuando tuviéramos más tiempo para conversar con calma. Ella hizo lo que la mayoría de nosotros hacemos, insistió incesantemente (papi porfi, papi querido, etc.) para que le contara inmediatamente y que no esperáramos hasta el sábado.

Antes, cuando íbamos al cine y no existía el celular, disfrutábamos más la película porque no nos sonaba o vibraba el celular ya que cuando esto ocurre, nos empezamos a preguntar: ¿Quién será? ¿Qué será lo quiere? ¿Habrá pasado algo? ¿Será sobre lo que hablamos esta mañana? Para cuando terminamos este interrogatorio personal; o contestamos el teléfono y empezamos a evitar que el resto del cine disfrute su película o nos hemos perdido la escena clave o el tan esperado beso.


Antes, cuando salíamos a pasear con nuestros hijos podíamos tener conversaciones de dos vías donde la cantidad de palabras de ambas partes eran más o menos la misma cantidad. Hoy, si llevamos nuestro “Blackberry” y estamos en el medio de una conversación con él sobre porque hay niños que tienen más que ellos en la escuela, y de repente nos llega un “e-mail”, desenfundamos con gran habilidad nuestra “arma secreta” y confundiendo la cara de nuestro hijo con la de parte frontal de nuestro dispositivo empezamos a responder “a ha… Si… u hu… Claro…” Sin darnos cuenta, hemos podido haber respondido las siguientes preguntas: “papá crees que estos niños son tontos…(a ha)…si tú fueras yo, les pegarías…(Si)…Crees que le deba quitar su merienda…(u hu)…le debería pedir ayuda a mis amigos para que todos le peguemos…(claro)”
Para estas alturas se deben estar preguntando: ¿Y qué tiene que ver el cuento que le ibas a echar a tu hija con este tema? La realidad es, que es solo humano que desde el momento en que sabemos que hay un pedazo de información, sin importar su relevancia u origen, se generan unas ansias inmensas de saber de qué se trata y haremos lo que sea necesario para saberlo (mi hija es muy efectiva en esto). Es por esto que cuando tomamos la decisión de buscar la libertad a través de la tecnología debemos tener el carácter para enfocarnos en lo que es más importante en un momento determinado y no caer en la trampa humana de querer saber inmediatamente “Qué será lo que me quieren decir”.
Debemos tener el suficiente “Carácter” para apagar el celular cuando vamos al cine, dejar las laptops fuera de las reuniones, “botar” el Blackberry cuando nuestros hijos nos hablan de sus temas más importantes. También deberíamos elegir un horario para leer los e-mails y no estar frente a la pantalla esperando que uno llegue. Debemos quitarle la función de sonido o vibrador a nuestro Blackberry para cuando llegan e-mails.

Si tomamos este y otro tipo de medida,s podremos entonces disfrutar de la libertad que nos brinda la tecnología y evitar ser esclavos de ella.
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